Recuerda...

"La inspiración existe, pero ha de encontrarse trabajando"

sábado, 31 de marzo de 2012

Capítulo 11


SE detuvieron en la puerta.
— Será mejor que vaya yo sola -advirtió Adela-.
No habiendo clases esta tarde sería sospechoso que nos vieran a todos, mientras que, si alguien me pregunta, diciéndole que voy a por alguna cosa en mi taquilla, listos.
— Vale, te esperamos en la puerta -convino Luc.
Adela entró en el edificio del colegio. Había un extraño silencio. Era inquietante. Aulas vacías, los profesores repasando exámenes, reuniéndose para hablar de notas. Por no estar, ni siquiera estaba el bedel, el señor José, que hacía de celador, se encargaba del orden, de abrir y cerrar las puertas, de arreglar esto y aquello y lo de más allá. La diferencia con las horas lectivas, en las que aquello era como un enorme estallido de energía, se hacía patente.
Casi tuvo miedo.
Sin saber por qué.
Subió a su piso. Era bastante inusual tener taquillas, porque en los dos colegios en los que ya había estado anteriormente, no las tenían. Pero allí era distinto. No eran como las de las películas americanas, de metal, llenando los pasillos, pero servían igual, aunque la madera era vieja y cualquiera podía descerrajar una si realmente lo quería. Entró en su aula y fue al fondo. En su taquilla, la número 40, tenía un candado con combinación de números. Insertó la clave, 7-5-9, y lo abrió.
Contuvo la respiración.
El sobre, con un 3 escrito a mano bien visible, estaba allí.
El profesor de matemáticas debía haberlo puesto a través de la ranura superior o inferior.
Lo tomó, cerró la taquilla, volvió a poner el candado, hizo correr las ruedas con los números y se dispuso a marcharse. No había dado ni media docena de pasos ya en el pasillo, preparada para bajar las escaleras, cuando una voz la detuvo.
— ¡Eh, tú!
Se quedó paralizada al reconocer la voz.
Giró la cabeza.
El director del colegio, Mariano Fernández, caminaba hacia ella.
— ¿Qué haces aquí?
— ¿Yo? -se puso nerviosa, muy nerviosa-. Nada.
— ¿Qué es eso? -el director señaló el sobre que sostenía todavía en la mano.
— Unos… apuntes que tenía en mi taquilla -trató de ser lo más natural posible.
Si le pedía el sobre y lo abría…
Bueno, ¿qué? Sólo sería un problema de matemáticas y una nueva clave para dar con el sobre número 4. ¿De qué se asustaba? ¿De la autoridad? ¿De la cara de malas pulgas del director? ¿De que se lo quitara o perdieran un tiempo valiosísimo?
El hombre seguía mirándola de hito en hito.
— Cuando os veo con esa pinta de no haber roto un plato jamás… -puso cara de no creerse la mitad de las cosas de la vida-. Anda, vete.

Adela no le dio la menor oportunidad de cambiar de idea. Le sonrió cauta, le lanzó un comedido «Gracias» y un educado «Buenas tardes», y bajó las escaleras con aplomo hasta que, al perder de vista la sombra del director, echó a correr de nuevo. Luc y Nico la esperaban ansiosos.
— ¿Por qué has tardado tanto?
— ¿No recordabas tu combinación o qué?
— No tenemos todo el tiempo del mundo, ¿sabes?
— ¡Cada minuto cuenta!
Adela los miró enfadada.
— Me ha pillado el diré -les informó.
— ¡No!
— ¿Y qué…?
— Nada -les puso el sobre en las narices-. Pero me ha dado un susto de muerte, me ha preguntado qué era esto y le he dicho que se trataba de apuntes. ¿Qué queríais que hiciera, que echara a correr?
— Bueno, lo importante es que lo tenemos -suspiró Nico.
— Bien por ti -Luc le dio un codazo cariñoso a su compañera.
— Volvamos donde antes -se olvidó ella de los nervios pasados.
Lo hicieron y se sentaron en el suelo, en el mismo sitio donde habían resuelto el segundo problema y adivinado la pista del sobre que ahora estaba en su poder.

Esta vez fue Adela la que lo abrió, extrajo la correspondiente hoja y leyó su contenido-.

PROBLEMA 3: En una clase hay más de 40 alumnos, pero menos de 50. Si los agrupamos de 3 en 3, sobra 1. Si ios agrupamos de 4 en 4, sobran 2. ¿Cuántos alumnos son chicos si 27 son chicas?

PISTA PARA DAR CON EL SIGUIENTE SOBRE-. Id a este lugar teniendo en cuenta las iniciales: 5/.31987 9°D.

El problema parecía sencillo, sobre todo teniendo en cuenta que estaban los tres. Pero la pista, de nuevo, les pareció un galimatías. Se quedaron pendientes de ella durante unos segundos.
— ¿Que vayamos dónde? -exclamó perplejo Nico.
— La clave está en eso de las iniciales, seguro -señaló Luc.
— ¿Resolvemos primero el problema? -propuso Adela.
— No, espera -la detuvo Luc al ver que ella ya tenía el bolígrafo en la mano.
— Como nos quedemos pendientes de una cosa y nos pongamos tozudos… -advirtió la muchacha.
— Fijaos -siguió Luc-. Esto parece una dirección.
Se fijaron.
— Sí, hay un 5, una raya en diagonal y un punto, como cuando ponemos calle en una carta -manifestó Nico.
— Y al final, en lugar de número tal, escrito con la ene minúscula y el cerito pequeño arriba, hay un número y una letra.
— Dame el boli -le pidió Luc a Adela.
Ella se lo pasó, y el chico anotó en la hoja de papel:
CUDTCCSSON
— ¿Eso qué es? -quedó pasmado Nico.
— Las iniciales de los números del 0 al 9.
— Entonces si las cambiamos por los números… -empezó a comprender Adela.
Luc hizo las permutas.
— El 5 empieza por ce. Así que ya tenemos C/. -su mano voló rápida sobre el papel-. El 3 es te, el 1 es u, el 9 es ene, el 8 es o, y el 7 es ese. En cuanto a lo de 9°D, es justo al contrario. El nueve es ene y la de final sólo puede ser un 2, ya que es el único número que empieza por esa letra. Eso nos da…
C/. TUN0S N.° 2
— ¡Es la dirección del profe! -saltó Adela.
— ¿Cómo lo sabes? -preguntó Luc.
— ¡Porque un día hacíamos bromas sobre música, y yo le dije que no me gustaban las tunas, que me parecían algo anacrónico, y él nos comentó que vivía en la calle Tunos!
— ¡Es cierto, sí! -estuvo de acuerdo Nico.
— Pues yo no recuerdo nada -se extrañó Luc.
— Puede que ese día estuvieras enfermo. Tuviste la gripe en enero.
Era lo de menos. Tenían la pista para dar con el cuarto problema.
Aunque todavía les faltaba resolver el tercero.
— Venga, venga -les dio marcha Nico-. A ver qué pasa con eso de los chicos y las chicas de la clase. -¿Hay alguna fórmula matemática para plantear esto? -Luc los miró a los dos.
— Déjame -Adela recuperó el bolígrafo-. Debe ser un cálculo de probabilidades o algo así.
— Ah -Nico y Luc se miraron sin entender muy bien de qué iba la cosa.
— Veamos -empezó su amiga-. En primer lugar hay que buscar los números comprendidos entre 40 y 50 que sean múltiplos de 3 y sumarles 1, que es el que sobra según el enunciado. El primero sería… a ver… -hizo el cálculo mentalmente-. 12 por 3, 36… no. 13 por 3, 39… no. 14 por 3, 42… Sí, ése es el primero.
Y anotó éste y los siguientes que cumplían tales condiciones.
42 + 1 = 43
45 + 1 = 46
48 + 1 = 49
— Ya no hay más -dijo.
Luc y Nico seguían atentamente sus operaciones, tratando de pillarla. Su cara se les iluminó al entender lo que estaba haciendo.
— Ahora hay que buscar todos los números entre el 40 y el 50 múltiplos de 4 y sumarles 2. El que coincida…
El primero que escribió, después de multiplicar por 4 dos o tres veces mentalmente, fue el 40:

40 + 2 = 42
44 + 2 = 46
48 + 2 = 50
— ¡Coincide el 46! -hizo notar Nico.
— Pues ése es el número que buscamos -expresó su satisfacción Adela-. El único que coincide en ambos planteamientos. Si agrupamos a los alumnos de 3 en 3, formamos 15 grupos de 3 y sobra 1, el alumno 46. Si los agrupamos de 4 en 4, podemos formar 11 grupos de 4, y sobran 2 hasta el 46.
— Entonces la respuesta final es… -Luc hizo la rápida resta-. Si 27 son chicas y hay 46 alumnos, ¡el número de chicos es 19!
— ¡Ya tenemos otro! -apretó los puños Nico. -¡Sí! -gritó Adela.

Tenían ya una cita en la calle Tunos número 2, así que ni se lo pensaron.
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